miércoles, 3 de junio de 2020

"La Leyenda del Caldén (Huitrú)" 🌳

En una pacífica tribu ranquelina mapuche, de las tantas que habitaban La Pampa, vivía Huitrú, un indiecito que correteaba como todos, por esta tierra que le pertenecía.

Era hostil y rebelde y, aunque pequeño, se daba cuenta de las penurias, sufrimientos y persecuciones de las que eran objeto. Fue creciendo. Se convirtió en un joven fuerte y valeroso, con un solo ideal, defender a su raza de las opresiones. Por esta causa fue perseguido y hostigado por sus enemigos.

Un día, al resistirse al saqueo del poblado, fue capturado y mostrado como trofeo por sus adversarios, llevándolo lejos del lugar.

Esa misma noche, amparándose en la oscuridad reinante, logró escapar para buscar ayuda en otras tribus cercanas.

Cuando sus enemigos notaron que el indómito y bravo joven se había fugado, comenzaron a perseguirlo.

En su huida, Huitrú no se dio cuenta que se internaba cada vez más en el corazón del monte pampeano. En un momento se encontró enredado en unos bajos y enmarañados arbustos, y por más que luchó no pudo desligarse de sus ataduras. Estaba sediento. Su cuerpo sangraba por las heridas que habían provocado las ramas y las espinas. Su sangre iba filtrándose en el suelo y atándolo cada vez más.

Al verse perdido se encomendó a su Dios, Guitu Wuta Chao, (Fuerza de la naturaleza) para que amparara a su raza a costa de su propia vida y, por un designio de éste, se lo vio de pronto convertido en un árbol frondoso, destinado a brindar alimento y sombra a sus hermanos y a los animales, que serian los encargados de multiplicarlo por toda La Pampa.

Al amanecer, cuando sus hermanos y sus adversarios aún lo buscaban, sólo hallaron un imponente árbol en medio de estas extensas llanuras.

El Huitrú tenía las ramas cubiertas de espinas, para defenderse de quienes lo quisieran cortar, y su sangre se había convertido en una larga raíz buscando agua para saciar su sed, en lo más profundo de la tierra y poder aferrarse al lugar que lo vio nacer. En el tronco se notaban las heridas sangrantes que el mapuche se hizo al huír.

Así como Huitrú (Caldén) arraigado a este suelo, su raza sigue luchando por los derechos en estas tierras, afirmándose con fuerza y valor. Por eso, cuando se destruye un Caldén, dicen que muere un antepasado.



Fuente : muro de Facebook de Silvina Hauser.
Fotografía : Silvina Hauser
Autora : Alicia Villapol



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