El suelo es un sistema complejo de ubicación en la superficie de la Tierra que está constituido por una mezcla de materia mineral meteorizada y materia orgánica transformada sin llegar a descomponerse y mineralizarse por completo. Además posee una fracción fluida formada por el agua que contiene el suelo y los gases, incluidos ambos en su porosidad.
Las tres fracciones del suelo coexisten de forma dinámica, de manera que, las dos fracciones sólidas en forma de partículas extremadamente finas, coloidales, están dispersas de forma casi homogénea en el medio líquido (generalmente agua), capaz de movilizarse activamente facilitando el intercambio desde el suelo con la vegetación, por ello son responsables en último término de su fertilidad edáfica, entendida como la capacidad del suelo para mantener la cobertera vegetal y las comunidades animales asociadas.
Dadas sus características, este sistema es el soporte vital para los organismos, por lo que también puede considerarse como un recurso para la humanidad a través de las técnicas de explotación agrícola, ganadera e incluso mineral de algunos suelos como las lateritas y las bauxitas.
No obstante, desde el punto de vista ambiental debe clasificarse como un recurso no renovable, en tanto en cuanto su génesis requiere un tiempo de formación extraordinariamente largo, fuera de la escala temporal humana, por lo que su alteración física o química supone la pérdida irremediable y definitiva del recurso.
Paradójicamente, la humanidad sin darse cuenta de su importancia y debido a la presión destructiva a la que lo somete, (cada vez mayor y de distintos tipos), está disminuyendo tanto su fertilidad como favoreciendo su desaparición definitiva. Es por eso que se hace imprescindible su protección frente a los procesos erosivos naturales y a los causados por las malas prácticas humanas, precursores ambos de la desertificación.
Las medidas proteccionistas del suelo pasan por: evitar su erosión, para ello deben evitarse a su vez, las roturaciones agrícolas inapropiadas, concretamente todas aquéllas que se hagan perpendiculares a las curvas de nivel en pendientes superiores al 10 %. Por lo tanto, de hacerlas, hay que seguir un camino paralelo a ellas para evitar la canalización del agua de escorrentía por los surcos. Para determinados cultivos en zonas con pendientes son aconsejables los característicos bancales de acondicionamiento previo del terreno.
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