sábado, 17 de octubre de 2020

Leyenda del río robado.

 



Hace muchos años en el oeste pampeano vivían en paz dos tribus disfrutando de las riqueza que la naturaleza les brindaba. 

Existían tres grandes amigos, Quillén, Tahiel y Auca. Ellos se querían mucho y creían que su amistad era única.

Al pasar los años Tahiel y Quillén comenzaron a enamorarse. Auca la amaba en silencio, pero no quería decir nada por miedo al rechazo de ella. 

El día en el que se festejaba el año nuevo, Tahiel le declara su amor a Quillén. Ella lo acepta.

Al enterarse Auca, su corazón se volvió oscuro de odio y bronca. Comenzó a alejarse de ellos porque no podía verlos felices juntos. Se sentía traicionado.

Quillén y Tahiel planearon su casamiento para la tercer Luna llena. Al saberlo, Auca planeó su venganza. No los dejaría ser felices.

La tercera Luna llegó y la ceremonia se realizó según lo planeado. Auca permanecía escondido en las sombras, expectante de lo que sucedía.

Los novios festejaban juntos a sus familias sin percatarse de que su amigo se encontraba cerca, en la oscuridad. Oscuridad que se mezclaba con la de su corazón, llena de dolor.

La fiesta terminó y los novios se fueron juntos, tomados de la mano, a caminar por el monte mirando el cielo mas hermoso que conocían, el de nuestro oeste pampeano.

Auca, agazapado, dispara una flecha directo al corazón de Tahiel, quien cae muerto en los brazos de su amada.

Perdida de dolor, Quillén comienza a llorar tan amargamente por lo que estaba pasando, que sus lágrimas no terminaban de brotar de sus ojos. Lloró tanto que éstas, formaron un río, conocido como el río Atuel.

Auca, luego de ver como su amigo y rival caía sin vida a los brazos de su amada, comenzó a correr sin destino. Después de unas horas cayó sin fuerzas, y con la luna de testigo, se acurruca y empieza a sentir como su corazón se va transformando poco a poco en piedra.

Fue tan grande su egoísmo que se convirtió en un gran murallón, símbolo del egoísmo y la envidia.

Al pasar las horas, las lágrimas de su amada que se había transformado en un río llegaron hasta donde se encontraba tirado su amigo Auca. Él impidio el paso de éste. 

Sin quererlo ni pensarlo, terminaron los tres juntos como cuando eran pequeños. 


Autores: alumnos de 4° A y D

2016


No hay comentarios:

Publicar un comentario