Felipito Tacatún era muy distraído.Distraído, boquiabierto y desmemoriadoQué le vamos a hacer, cada cual tiene sus defectos, ¿no?Una vez la mamá lo mandó a regar las plantas.Felipito, naturalmente, se olvidó de llenar la regadera.Y ni siquiera se dio cuenta de que igual salía agua y que las flores bebían muy contentas.Al rato fue la mamá al jardín y vio que las plantas estaban medio loq”uitas.Las flores se reían y bailaban el vals, mientras las hojas aplaudían y los yuyos dormían la siesta.– ¿Con qué has regado estas plantas, Felipito?– Con la regadera, mamá.– Pero esa regadera no tenía agua, sino vino– dijo la señora de Tacatún – porque estas plantas están todas borrachitas.Efectivamente, estaban borrachitas.Felipito trajo la regadera para que su mamá la inspeccionara y ¡oh sorpresa! esta vez la regadera no estaba llena de vino, sino de leche.La mamá se apresuró a preparar una enorme mamadera para el hermano de Felipito.Cuando terminó dijo:– Felipito, alcánzame otra regadera de leche.Y cuando su hijo se la alcanzó, resulta que estaba llena de jugo de naranja con azuquita.Naturalmente, Felipito se lo tomó todo sin respirar.Y así siguieron las cosas.No había duda de que la regadera era mágica, misteriosa y chiripitiflaútica.Un día se llenaba de leche, otro día se llenaba de tinta china, otro día se llenaba de caldo de gallina, y los domingos se llenaba de cerveza.Así, porque sí.Pero jamás, réquete jamás volvió a llenarse de agua.Qué lindo, ¿no?Pero, ¿y las plantas?, preguntarán ustedes.Hubo que regarlas, en adelante, con la manguera. Y de esta manera se acaba el cuento de la regadera.
Publicado en “Cuentopos de Gulubu”
Fuente : https://udlerlorena.wordpress.com/2020/04/10/la-regadera-misteriosa-de-maria-elena-walsh/
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